Extraído de 25 Preguntas Que Tienes Miedo de Hacer Sobre el Amore, el Sexo, y la Intimidad de Dr. Juli Slattery. © 2015 en Unilit Publishers. Usado con permiso.
Esta pregunta es un barril de pólvora; un asunto sensible en extremo. Si tienes tendencias homosexuales o bisexuales, este no es un simple debate teológico, sino que se refiere a la esencia de cómo te ves a ti misma y cómo te ve Dios.
La conversación acerca de la homosexualidad no solo afecta a quienes se identifican como LGTB (lesbianas, gais, transexuales y bisexuales), sino a todos nosotros. Más allá de que te identifiques o no con esta lucha, tendrás que elegir entre tus propios criterios sobre el tema. Si no los tienes, tendrás algún buen amigo o familiar que sean gais. Tendrás que tomar decisiones en cuanto a si asistir a una boda entre personas del mismo sexo, si recibirás a tu hija y su pareja para cenar o si asistirás a una iglesia con un pastor gay.
En la última década, las opiniones cristianas acerca de la homosexualidad han dado un giro drástico. No ha habido ningún descubrimiento científico ni teológico; muchas personas han cambiado su manera de pensar en cuanto a lo que creen.
En el cambiante mundo actual, declarar que la homosexualidad no es un estilo de vida aceptable, aprobado por Dios, se ve como falto de amor, reprobatorio, detestable y, en algunos lugares, criminal. Una de las cosas más difíciles y maravillosas de ser seguidor de Cristo es que Dios no cambia. «Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos» (Hebreos 13:8). Aunque nuestras interpretaciones y énfasis de las enseñanzas bíblicas son inconstantes, la Palabra de Dios es una base sólida para los cristianos de hace dos mil años y para los de que viven hoy. Siento un gran consuelo al saber que las enseñanzas de Dios son verdaderas e inmutables, pero también es difícil mantenerme sobre esas verdades cuando la marea cultural se vuelve con tanta rapidez en su contra.
La Biblia y la homosexualidad
Si has leído mucho sobre este tema, sabes que ha habido valientes intentos de reinterpretar los seis pasajes de la Biblia que se refieren de manera específica a la homosexualidad (Génesis 19, Levítico 18:22, Levítico 20:13, Romanos 1:24-27, 1 Corintios 6:9, 1 Timoteo 1:10). Los defensores de la homosexualidad descartan los pasajes del Antiguo Testamento como obsoletos para los cristianos del Nuevo Testamento. También interpretan los pecados de Sodoma y Gomorra como violencia y falta de hospitalidad en lugar de comportamiento homosexual. Hablando de pasajes del Nuevo Testamento, afirman que Pablo y los primeros líderes de la iglesia no entendían la orientación sexual. Las prohibiciones en contra de la conducta homosexual, dicen, se refieren a orgías y a actos homosexuales cometidos por heterosexuales.
El concepto de orientación homosexual se sugirió por primera vez en la década de 1890, irónicamente alrededor del mismo tiempo que se estableció el campo de la psicología. Sin embargo, podemos dar por sentado que los hombres y mujeres en los tiempos bíblicos también tenían sus conflictos con relación a la orientación sexual y a la identidad de género, a pesar de que no tenían palabras para denominarlas. Aunque la evolución de la clasificación de las cuestiones LGBT es reciente, la naturaleza humana no ha cambiado. La enseñanza de la Biblia sobre la inmoralidad sexual y la homosexualidad se refiere al quebrantamiento humano y al pecado, sin importar cómo decidamos llamarlo.
A pesar de que no soy teóloga, he estudiado los argumentos de ambas partes. La Biblia aclara que «desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y hembra. Por esta razón el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos serán una sola carne» (Marcos 10:6-7, lbla).
Quisiera invitarte a investigar por ti misma acerca de este tema. Aquí tienes algunos artículos que explican por qué los recientes intentos de justificar bíblicamente el estilo de vida homosexual están equivocados: «Why God and the Gay Christian Is Wrong about the Bible and Same-Sex Relationships» [Por qué Dios y el cristiano gay están equivocados acerca de la Biblia y las relaciones entre personas del mismo sexo] por Christopher Yuan1 y «God, the Gospel, and the Gay Challenge—A Response to Matthew Vines» [Dios, el evangelio y el desafío gay: Una respuesta a Matthew Vines] por Al Mohler2.
Proverbios nos recuerda que «el temor del Señor es el principio del conocimiento» (Proverbios 1:7). Cada vez que nos esforzamos por conocer o entender algo, nuestro enfoque debe estar arraigado en quién es Dios. Su soberanía es el ancla que nos mantiene alejados de la necedad. Nuestra opinión de Dios, incluso entre algunos eruditos cristianos, se ha hundido tan bajo que nuestra sabiduría se ha vuelto necedad en muchas cuestiones sexuales, incluyendo la homosexualidad.
Jamás resolveremos la pregunta de ser «piadoso y gay» mirando hacia dentro a quiénes somos, sino solo al mirar hacia arriba a quién es Dios.
La compasión y la santidad de Dios nunca se anulan entre sí
Cuando escucho el debate acerca de Dios y del estilo de vida LGTB, a veces parece una discusión sobre si es más importante la santidad de Dios o el amor. Algunos dicen: «Un Dios compasivo quiere que amemos y disfrutemos la expresión total del amor sexual. Jamás diría que una persona gay no debería experimentar eso». Por otra parte, la santidad de Dios y su llamado a la pureza puede expresarse sin gracia o compasión: «Los hombres y las mujeres gais deben decidir seguir a Dios, y eso es todo».
Somos criaturas tan limitadas en lo moral y en lo espiritual que no podemos comprender cómo Dios puede ser a la vez amoroso y moralmente perfecto. Razonamos que de seguro debe comprometer un atributo para tener en cuenta al otro.
La verdad acerca de Dios es que Él es santo por completo y amoroso de manera incondicional. Jamás podemos entender el amor de Dios si no aceptamos su santidad. En su obra En pos de lo supremo, Oswald Chambers escribió: «Cualquier cosa que rebaje o distorsione la santidad de Dios debido a una falsa visión de su amor, contradice la verdad divina que fue revelada por medio de Jesús»3.
Muchos cristianos bienintencionados justifican y toleran el pecado en el espíritu de tratar de mostrar el amor de Dios. Los llamo «pecados de compasión». En lugar de adorar a un Dios de compasión, hemos hecho de la compasión un dios en sí mismo, ignorando el llamado de Dios a la justicia y a la santidad.
La compasión me puede mover a excusar y perdonar casi cualquier pecado. Mi compasión por una persona con dolores crónicos puede justificar que se quite la vida. La compasión por una adolescente embarazada que tiene una vida por delante podría hacerme justificar el aborto. Mi compasión por una mujer en un matrimonio sin amor podría hacerme comprender una infidelidad. Y mi compasión por un gay o una lesbiana podría hacerme intentar explicar o ignorar el estándar establecido por Dios para el amor sexual.
El amor de Dios es ilimitado, pero tiene fronteras. Su compasión nunca anula su verdad ni su santidad.
¿Recuerdas al joven dirigente rico que le preguntó a Jesús qué debía hacer para heredar la vida eterna? Jesús le dijo la norma: renunciar a sus riquezas y seguirlo. Cuando el joven se alejó de Jesús, el Salvador sintió pena, pero no cambió la medida de su rectitud.
Ha habido generaciones de cristianos que han enseñado la santidad y la ira de Dios, excluyendo su gran amor y compasión. Ahora, vivimos en una generación que ha hecho lo contrario: exaltando el amor y la misericordia de Dios, pero ignorando en gran medida su santidad. Creo que esta es la razón principal para el drástico cambio en la posición de la iglesia sobre la cuestión gay.
Dios es compasivo y amoroso, y nos ordena que seamos igual. Sin embargo, la compasión nunca ha significado cambiar los estándares del llamado de Dios para que todos nosotros seamos «santos, porque yo, el Señor su Dios, soy santo» (Levítico 19:2).
Dios es capaz de liberarnos del pecado y sanarnos del quebrantamiento
Pocos cristianos que aceptan la homosexualidad creen que fue parte del perfecto diseño original de Dios; que antes de la caída, Dios creó a algunos para que fueran gais, lesbianas o bisexuales. Basta con mirar la forma en que encaja nuestra anatomía: en hombres y mujeres. Considera que en el relato de la creación en Génesis, Dios creó a Eva para «completar» a Adán y que juntos representaran la imagen de Dios.
Esto implica que la homosexualidad representa a un mundo caído (en pecado y quebrantamiento), al igual que nuestra tendencia hacia las adicciones, la gula, el orgullo, el odio y el egoísmo. Si existe un «gen gay», podríamos argumentar que también debe haber un gen de la promiscuidad y un gen de la ira. Aceptar la homosexualidad como una expresión normal del diseño de Dios es decir que Él está de acuerdo con que vivamos dentro de nuestro quebrantamiento, en lugar de buscarlo a Él a través de ese quebrantamiento.
En su esencia, aprobar el estilo de vida LGTB como aceptable y hasta piadoso implica la creencia de que Dios es incapaz de redimir este particular quebrantamiento en la vida de un individuo o que no está dispuesto a hacerlo. Que aunque Dios nos rescata de otros pecados, Él no es lo bastante sabio como para resolver los complicados asuntos que involucran la homosexualidad.
Tal vez la confusión venga porque le hemos dictado a Dios lo que debe ser la «sanidad» de la homosexualidad. Si una mujer tiene deseos sexuales por otra mujer, la sanidad debe significar que se siente atraída por hombres, se casa con un esposo cristiano cariñoso, tiene una casa llena de hijos y vive felizmente en su hogar femenino y suburbano. Si eso no sucede o una mujer adopta de manera superficial estos atributos solo para demostrar que ha sido redimida, la sanidad de Dios parece haber fallado.
Dios es Dios. El modo en que Él lidia con cada uno de nosotros en nuestro pecado y quebranto es asunto suyo. La sanidad y la redención casi nunca significan que nuestras vidas desordenadas ahora están envueltas con un impecable y bonito moño. El apóstol Pablo se refirió a lo confusa de su propia redención. A lo largo de su andar cristiano, vivió con «una espina en la carne, un mensajero de Satanás» que Dios se negó a quitar a fin de mantener a Pablo dependiendo de la gracia de Él. Pablo anhelaba el cielo para poder librarse de este mundo caído y de la lucha contra su propia carne.
En ocasiones, Dios nos libra de nuestros quebrantos y otras veces los utiliza para fortalecernos a través de estos. La conclu- sión es la siguiente: El poder de Dios es suficiente en tu debi- lidad, aunque esa debilidad resulte ser una atracción hacia la homosexualidad.
Hay una diferencia entre los impulsos y las acciones homosexuales
Cada una de nosotras puede identificarse con las tentaciones específicas que nos acosan. La atracción a la pornografía parece de- masiado fuerte para resistirla o solo no puedes dejar de acostarte con tu novio. O quizá tiendas a mentir con más naturalidad que decir la verdad o te encanta en secreto un jugoso bocado de chismes.
Rara vez nos identificamos a nosotros mismos basados en nues- tras tentaciones. No he escuchado afirmaciones sobre la legitimidad de vivir la vida como mentirosa o fornicaria. No obstante, la ho- mosexualidad no se define como alguien que lucha en contra de la atracción hacia una persona del mismo sexo, sino como lesbiana. Debido a esto, a menudo es difícil separar la acción de la identidad.
Lo lamentable es que muchos hombres y mujeres con pensa- mientos e impulsos homosexuales se sienten condenados y sucios solo por tener la lucha. Las instituciones religiosas le han sumado a esto la vergüenza, al clasificar los impulsos homosexuales como los más repugnantes que cualquier otra tentación. En un esfuerzo por corregir ese prejuicio, el péndulo se ha inclinado a dar licencia espi- ritual a quienes buscan de manera activa un estilo de vida LGTB.
Una persona no es pecadora porque tenga pensamientos o de- seos homosexuales. Es más, nuestra biología y el ambiente durante nuestros primeros años de vida nos predispone a todos a tener que luchar contra algo: depresión, alcoholismo, ira, masturbación habi- tual, bulimia. Sin embargo, existe una diferencia entre normalizar una lucha y legitimar las acciones a las que nos conduce.
Muchos hombres y mujeres piadosos continúan lidiando con pensamientos e impulsos homosexuales, pero se han comprometido a decir «no» a actuar según esos deseos. Vivir una vida piadosa no significa aceptar el pecado. Tampoco significa que nunca seremos tentados. Significa aceptar el amor compasivo de Dios y también confiar en su fuerza para buscar la santidad.
Las palabras escritas en blanco y negro en este libro nunca pueden captar el dolor que quizá soportaras respecto a tu propia experiencia con la homosexualidad o la de algún ser querido. Mi intención no es añadir a ese dolor, sino recordarte cuán grande es nuestro Dios. Mi oración es para que el gran amor de Dios te rodee mientras lo buscas a Él en medio de tus circunstancias.