Vivimos en una cultura que intenta ignorar y borrar la vergüenza. Aunque alguna vergüenza es tóxica (como la que sentimos por cosas que otros nos han hecho), la vergüenza también puede ser una señal de advertencia para que enfrentemos el pecado sexual en nuestras vidas. La Biblia nos dice que el pecado tiene un efecto devastador en nuestras almas, y el pecado sexual no es la excepción. De hecho, la Biblia también dice que los pecados sexuales son pecados contra nuestro propio cuerpo.
Ahora bien, aunque esto es cierto, es importante recordar que la Biblia no dice que el pecado sexual sea menos perdonable que otros pecados.
Tendemos a enfatizar ciertos tipos de pecado y a excusar otros, pero Dios no lo hace. Dios llama pecado a todo pecado, y declara que todo pecado tiene consecuencias, tanto para otros como para nosotros mismos. La buena noticia es que la muerte y resurrección de Jesús significan que el pecado ya no tiene la última palabra. Aquí hay tres cosas que debemos recordar en relación con la vergüenza y el pecado sexual:
Recuerda que hemos sido separados de nuestro pecado.
“Tan lejos de nosotros echó nuestras transgresiones como lejos del oriente está el occidente.” – Salmo 103:12. ¿Crees esta verdad?
Jesús murió para que fuéramos libres de las consecuencias del pecado, incluida la vergüenza. Cuando confiamos en la muerte de Cristo en la cruz y confesamos nuestros pecados, ya no estamos bajo la vergüenza de esos pecados.
Pablo escribió que Cristo clavó en la cruz el acta de los cargos que había contra nosotros (Colosenses 2:14), y que no hay condenación para los que están en Cristo Jesús (Romanos 8:1).
La muerte de Jesús significa que no somos los pecados que hemos cometido, incluso si esos pecados fueron cometidos tan recientemente como esta mañana. ¡Sus misericordias son nuevas no solo cada mañana, sino en cada momento!
Todos hemos pecado de una forma u otra y hemos fallado en alcanzar la gloria de Dios (Romanos 3:23), pero de la misma manera, todos somos restaurados por la muerte y resurrección de Cristo.
Cuando Dios te mira, no ve tu pecado sexual. Él ve la perfección comprada por Su Hijo, Jesús.
¡Ya no eres considerado culpable! ¡Eres perdonado, y eres libre!
Recuerda que hay una diferencia entre condenación y convicción.
La separación de nuestro pecado significa que ya no estamos bajo condenación. Romanos 8:1-2 dice: “Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, pues por medio de él la ley del Espíritu de vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte.” Los sentimientos de condenación—de que no merecemos el amor de Dios o que no somos dignos—no vienen de Dios ni de Su Espíritu.
La convicción es diferente. Cuando seguimos a Cristo, el Espíritu Santo comienza a revelar y exponer el pecado en nuestro corazón y en nuestra vida. Este es el trabajo del Espíritu Santo. Juan 16:13 dice: “Pero cuando venga el Espíritu de la verdad, él los guiará a toda la verdad…” Hebreos 4:12 dice: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta lo más íntimo del ser, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón.” Conocer a Dios y crecer en madurez en nuestra relación con Él debería llevarnos a reconocer el mal que hemos hecho y comprender que el diseño de Dios es mucho mejor.
Cuando leemos un pasaje de las Escrituras y nos damos cuenta de que nuestro comportamiento ha estado mal, eso es convicción del Espíritu Santo. Cuando un amigo de confianza nos señala un patrón de pecado en nuestra vida, eso también es convicción del Espíritu Santo. Cada vez que somos confrontados con la diferencia entre cómo estamos viviendo o pensando y quién es Dios y lo que dice Su Palabra, es el Espíritu Santo quien está obrando, exponiendo en nuestros corazones las áreas que aún no han sido rendidas a Dios. La santificación no puede suceder sin la convicción del Espíritu Santo.
La convicción puede sentirse como vergüenza y puede convertirse en vergüenza cuando nos negamos continuamente a confesar y enfrentar nuestro pecado.
Recuerda que el deseo de Dios es llevarnos más allá de la convicción hacia el arrepentimiento.
El trabajo del Espíritu Santo es llevarnos a un lugar de convicción para que podamos discernir lo que es bueno y lo que es malo. Pero Dios no quiere dejarnos ahí. Él desea llevarnos más allá de la convicción hacia una tristeza que proviene de Dios, la cual nos conduce al arrepentimiento (2 Corintios 7:10).
Cuando somos confrontados con nuestro pecado, tenemos dos opciones:
- Continuar en nuestro pecado e ignorar al Espíritu Santo, o
- Arrepentirnos.
Continuar en nuestro pecado entristece al Espíritu Santo y crea una barrera entre nosotros y Dios. Cuando el Espíritu Santo nos convence, es una invitación a profundizar con Dios y rendirnos a Su liderazgo. Resistir al Espíritu Santo es una forma de rebeldía; es decirle a Dios que sabemos más que Él.
El arrepentimiento acepta la invitación de Dios a la humildad y responde a Su corrección y liderazgo. Es un cambio completo de dirección. No nos impulsa a actuar con nuestras propias fuerzas, sino que reconoce nuestro mal y permite que Dios haga una obra más profunda transformando nuestro corazón. El dolor o la tristeza que proviene de Dios, que viene de la convicción, nos impulsa a vivir de forma diferente y a abrazar la vida de integridad y santidad a la que Dios nos ha llamado.
(NOTA: El arrepentimiento es una respuesta a nuestro propio pecado, no al pecado de otros. Si estás experimentando vergüenza debido a un trauma o abuso sexual, consulta este blog.)
Satanás quisiera que quedáramos paralizados por la vergüenza, creyendo que nuestro pecado define quiénes somos. Pero eso no es verdad. El perdón, la gracia y la redención de Dios a través de Jesucristo declaran que primero le pertenecemos a Él, y que nuestra identidad está en Cristo, no en nuestro pecado.
Enderezándose Jesús, le dijo: «Mujer, ¿dónde están ellos? ¿Ninguno te ha condenado?».
«Ninguno, Señor», respondió ella. Entonces Jesús le dijo: «Yo tampoco te condeno. Vete; y desde ahora no peques más».
Juan 8:10-11
Recursos Adicionales
Java with Juli: #533 Por qué parece imposible vencer tu pecado (ingl)