Si todo en tu vida siguiera siendo exactamente como es en este momento, ¿crees que aún podrías ser verdadera y profundamente feliz? Como mujer soltera, esto era algo que estaba acostumbrada a preguntarme. Después de todo, el matrimonio no era una certeza. Sin embargo, lo que me sorprendió fue cuando me hice esta misma pregunta en el décimo mes de mi primer año de matrimonio, cuando de repente sentí que mi esposo y yo habíamos llegado a un punto difícil que no podíamos superar. Mientras le llevaba mi dolor al Señor, derramando mi desilusión a través de un sinfín de lágrimas, decidí que aún si esta situación no cambiaba, yo permanecería comprometida al pacto que había hecho ante Dios. Si bien tomar la decisión fue algo fácil, luché con si podría o no seguir viviendo plenamente con gozo o si al mantenerme firme en mi compromiso seguiría sufriendo: ¿podría tener contentamiento incluso cuando las circunstancias en mi matrimonio fueran tan difíciles que podrían llevarme a la desesperación?
Mientras que para mí fue algo en mi matrimonio, para ti podría ser un diagnóstico, un problema familiar o una circunstancia de vida inmanejable; el punto es que todos enfrentamos desafíos, encontramos dificultades y tenemos decepciones que superar. A lo largo de nuestras vidas, ya sea que conozcamos a Cristo o no, hay puntos dolorosos, cosas que quisiéramos borrar, otras desearíamos que fueran diferentes, más fáciles, o que simplemente desearíamos tener. Completa el espacio en blanco, “Mi vida sería mejor/más fácil/más feliz si _________”.
Como cristianos, sabemos que la Biblia nos desafía a vivir una vida de contentamiento, pero ¿alguna vez has pensado realmente en lo que significa esto? ¿Es acaso la satisfacción una expectativa realista y práctica cuando luchamos con el dolor y las dificultades y sentimos que nos estamos perdiendo algo?
Lo que no es el contentamiento
Antes de que podamos profundizar en lo que es el contentamiento, primero tenemos que entender lo que no es.
El contentamiento no significa que no experimentaremos carencia o anhelo. Pablo escribe en Filipenses 4: “… he aprendido a estar satisfecho en cualquier situación en que me encuentre. Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir escasez.”. (Filipenses 4:11-12 NVI). El contentamiento no nos impide experimentar carencias y anhelos; más bien significa que podemos conocer y experimentar un gozo pleno y verdadero a pesar de ello.
Para muchos de nosotros, el primer obstáculo que debemos superar cuando se trata de la satisfacción es comprender que tener un Dios bueno no significa que todo lo que atravesemos será agradable, divertido o fácil. Nuestro Dios no es un superhéroe cósmico cuyo trabajo es hacer que nuestras vidas sean lo más placenteras posible. Su misión es hacernos Su pueblo, personas con un corazón en pos de Él y las cosas de Su Reino, un proceso de transformación divina que dura toda la vida.
Tener contentamiento tampoco significa conformarnos. Conformarse implica decidir que lo que estamos viviendo no es bueno, pero terminamos resignándonos con menos que lo mejor. El contentamiento dice que Dios es un dador de buenas dádivas que (aún a través de las dificultades, las carencias y los anhelos) está disponiendo todas las cosas para nuestro bien. Puede que esto no se sienta bien, pero Dios está preparando todo para bien en nuestras vidas.
Mientras atravesaba las decepciones de mi joven matrimonio, Dios estaba formando cosas en mi corazón. Estaba formando la fidelidad, la fe, la confianza y la paciencia, todo parte del Reino de Dios. Deseaba que las cosas hubiesen sido diferentes, pero incluso sin que nada cambiara, pude y todavía puedo experimentar la bondad de Dios y la verdadera plenitud de su gozo: el contentamiento.
Entonces, ¿qué es el contentamiento?
El contentamiento implica confiar en Jesús.
El contentamiento siempre se trata de Aquel con quien estamos pasando las cosas y nunca de las cosas por las que estamos pasando. Cuando tratamos de cultivar el contentamiento, no es un contentamiento en nuestra situación; es un contentamiento en Cristo. En un episodio reciente del podcast Java con Juli, nuestro amigo Sam Allberry dijo: “… el hecho de que pensemos, ‘bueno, la soltería es increíble’, no quiere decir que estoy contento, no. Jesús es increíble; tengo contentamiento en Él, ya sea soltero o casado”. Nuestro contentamiento debe estar en Jesús. Para mí, esto significaba que en lugar de encontrar satisfacción en mi matrimonio, necesitaba encontrarla en Él. Piensa en las palabras de este conocido himno “Bendita seguridad”:
Sumisión perfecta, todo está en reposo.
Yo en mi Salvador, soy feliz y bendecido
Mirando y esperando, mirando hacia arriba
Lleno de su bondad, perdido en su amor.
Esta es mi historia, esta es mi canción
Alabando a mi Salvador todo el día.
(Crosby, 1873)
“Yo en mi Salvador, soy feliz y bendecido”. Qué maravillosa idea que podamos encontrar felicidad y bendición en Jesús en lugar de nuestras circunstancias. Para tener contentamiento en Él, debemos confiar en quién es Él, en lo que dice y en lo que está haciendo. El contentamiento se basa en la confianza en la bondad de Dios como nuestro Padre y, en última instancia, si nos falta contentamiento, es porque no confiamos en que Dios, nuestro Padre, es realmente bueno.
Cuando me siento frustrada, temerosa o tengo dudas, recuerdo quién tiene el control. Puedo ser paciente y confiar en el proceso porque sé que Aquel que reina por encima de todo me ama y es bueno.
El contentamiento es algo que elegimos.
Hay una creencia generalizada entre los cristianos de que la satisfacción es un estado mental al que se llega, como el nirvana. La Biblia no apoya esta creencia. En todo caso, los escritos de Pablo en Filipenses 4 sugieren que el contentamiento se aprende, es algo que practicamos y debemos seguir practicando. No hay una “llegada” al contentamiento, pero a medida que nos aferramos más al corazón de Dios, confiamos más en Su Palabra y aprendemos a tomarlo en serio, vamos encontrando contentamiento.
A medida que encontramos consentimiento, en lugar de ser consumidos por lo que nos falta o anhelamos, comenzamos a vivir de la abundancia de lo que tenemos. En lugar de vivir de la limitación de la carencia, comenzamos a vivir de la abundancia de la bendición. Nos apoyamos en lo que tenemos y lo abrazamos en toda su plenitud en lugar de centrarnos en lo que no tenemos.
Usando el lenguaje del Jardín, elegimos dejar de ser engañados al pensar que nuestra existencia tendrá un significado más profundo si obtenemos el fruto del árbol del bien y del mal, y abrimos los ojos para ver la abundancia de árboles alrededor del Jardín, llenos de fruta para que nosotros la disfrutemos.
Si bien no significa que no tengamos curiosidad acerca de cómo sería la vida si tuviéramos “esa cosa que tanto queremos”, sí significa que reconocemos que “esacosa” se nos ha negado, ya sea por un tiempo o permanentemente. y recordamos y confiamos en que “no nos negará el bien” (Salmo 84:11).
El contentamiento nos lleva a Dios, no al abuso.
El contentamiento muy a menudo nos llama a través del sufrimiento, pero esto no significa que debamos buscar el dolor, soportar el abuso o tolerar el mal. Esto es por tres razones, la primera es que como cristianos estamos llamados a estar en contra del mal y la injusticia, la segunda es que somos portadores de la imagen de Dios (Génesis 1:26 y Génesis 9:6), y la tercera es porque el sufrimiento mismo no es la meta, nuestro Salvador lo es. Hebreos dice que Jesús, “por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz” (Hebreos 12:2 NVI). Jesús soportó la cruz porque sabía lo que su amoroso Padre estaba haciendo a través de ella. Estaba dispuesto a soportar el dolor por la alegría, no por el dolor mismo. Dios no es un sádico, que obtiene placer de nuestro dolor y se glorifica en nosotros infligiéndonos dolor a nosotros mismos o en otros infligiéndonos dolor a nosotros. Él nunca nos está llamando al dolor, pero siempre nos está llamando a Él. Si se encuentra en una situación en la que no está seguro de si está siendo abusado, consulte nuestra publicación de blog sobre cómo reconocer relaciones abusivas.
El contentamiento requiere sacrificio.
Todos vamos a tener que vivir sin algo o nos vamos a encontrar con dificultades en algún área de la vida. Todos tenemos que cargar nuestra cruz. Ese llamado es para todos los seguidores de Jesús, no para unos pocos elegidos. Esto significa que todos tendremos que sacrificar algo como parte de seguir a Jesús. De hecho, Jesús dijo que si escogemos “preservar nuestras vidas” en lugar de entregarlas a Dios, finalmente las perderemos (Lucas 17:33), y podemos “ganar el mundo entero” y así perder nuestras almas (Marcos 8:36). Para que podamos disfrutar del contentamiento, primero tenemos que rendirnos a Él. No encontramos el contentamiento al retener partes de nuestra vida de Dios, sino en entregarle toda nuestra vida. El contentamiento requiere que nos sometamos confiadamente a Dios, recordando que Sus caminos son más altos que los nuestros (Isaías 55:9), y que Él no desperdicia nuestro dolor sino que lleva cuenta de cada lágrima derramada, sabiendo que un día Él enjugará cada lágrima de nuestros ojos (Salmo 56:8, Apocalipsis 7:17, Apocalipsis 21:4).
En mi vida, esto ha significado reconocer los puntos débiles y reconocer de qué forma mis deseos no se alinean con la Palabra de Dios. Reconocer la desconexión entre mi voluntad y la voluntad de Dios me ayuda a ver dónde debo tomar decisiones críticas y hacer sacrificios en mi vida. En este momento, uno de los sacrificios a los que estoy llamada como esposa es a vivir desinteresadamente, sin obsesionarme con mis deseos y necesidades ni elevarlos por encima de los de mi esposo. Saber que como creyente estoy llamada al sacrificio me ayuda a abrazar este punto de dolor como parte del proceso al confiar en Dios y permitir que Él me refine y purifique.
Cómo practicar el contentamiento
Puesto que el contentamiento es una práctica y no un destino al cual debemos llevar, requiere ser cultivado de forma intentional y consciente. Si tienes curiosidad acerca de por dónde empezar, aquí hay una ruta simple para comenzar:
- Sé honesto y lidia con tus deseos y decepciones.
- Dios no te está llamando a fingir. Comienza reconociendo las cosas que quieres y en qué áreas de tu vida estás experimentando decepción. Dios quiere tu corazón, y esto significa que quiere que estés dispuesto a admitir lo que hay en é Llora con Él por tus decepciones, dificultades, carencias y anhelos, y permite que Él te consuele.
- Sé honesto y trata con el orgullo que hay en tu corazón.
- ¿Qué áreas de tu corazón y de tu vida has mantenido apartadas de Dios debido al egoísmo? Reconoce aquello que no le has entregado y decide en tu corazón dejar de vivir una vida centrada en ti mismo.
- Busca apoyo.
- Dios ha llamado a todos los creyentes a la familia y la comunidad. Elegir vivir la vida a la manera de Dios y negarnos a nosotros mismos está lleno de desafíos y dificultades, y el apoyo de otras personas con ideas afines es vital. Asegúrate de tener las voces correctas hablando a tu vida y ayudándote a resistir cuando estés cansado.
- Haz lo que el Señor dice con la ayuda del Señor.
- Dios no nos llama a una obediencia desconectada o asilada de todo. Él promete caminar con nosotros si se lo permitimos. El contentamiento no se puede lograr aparte de Dios porque requiere la gracia, valentía y fuerza de Dios para enfrentar nuestras carencias y nuestros anhelos. Cuando Pablo dijo en Filipenses, “puedo hacer todas las cosas en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:11-13), literalmente estaba diciendo,“había cosas sin las cuales pensé que no podría sobrevivir, pero ahora puedo vivir sin ellas porque Dios me fortalece, Él me da la habilidad que a mí me hace falta”. Lo mismo puede ser cierto para nosotros. Con el apoyo de nuestro divino Ayudador, el Espíritu Santo, somos capaces de cosas que con nuestras fuerzas serían imposibles. Dios anhela apoyarte en tu caminar hacia Él, así que no tengas miedo de invitarlo a tus lugares más vulnerables. Él se deleita en ti.
Canción: Blessed Assurance – música por Phoebe Knapp y letra por Fanny Crosby