Un estudio de 2002 realizado por el Instituto Nacional de Salud revela que para la edad de 44 años, el 95% de los estadounidenses ha tenido sexo antes del matrimonio. Supongo que si tuviéramos estadísticas más recientes disponibles, el número sería aún más alto. Guardar el sexo para el matrimonio es tan raro que se vuelve noticia cuando una pareja declara públicamente que esta es su intención.
Los estadounidenses han desvinculado cada vez más el tener sexo de la promesa del matrimonio y, en muchos casos, incluso de cualquier forma de relación comprometida. Los cristianos solteros de todas las edades se preguntan: “¿Por qué no debería tener sexo fuera del matrimonio?” Aparentemente las personas casadas mayores (como yo) somos las únicas que expresan una ética sexual que no parece encajar en la cultura moderna de hoy.
Quiero sugerirte cuatro razones convincentes para desafiar las estadísticas y mantener el sexo dentro del matrimonio, independientemente de si ya has sido sexualmente activo en el pasado.
Dios dice “no” al sexo fuera del matrimonio.
A lo largo del Antiguo y del Nuevo Testamento, la Biblia nos advierte que evitemos la inmoralidad sexual. Las palabras hebreas y griegas para la inmoralidad sexual pueden interpretarse ampliamente para incluir cualquier tipo de comportamiento sexual incorrecto, como la prostitución y el adulterio. Cuando observamos el contexto de lo que Pablo escribió a las primeras iglesias, aclara que la expresión sexual está destinada a tener lugar dentro del pacto del matrimonio y que el sexo fuera del matrimonio es una forma de inmoralidad sexual. (Ver 1 Corintios 6 y 7).
Si bien hay muchos lugares en la Biblia que confirman la belleza del sexo dentro del matrimonio (Cantar de los Cantares, Génesis 2, Proverbios 5 y Efesios 5), no hay pasaje en la Biblia que celebre o afirme la intimidad sexual fuera del matrimonio entre un hombre y una mujer.
Puede que te preguntes: ¿Qué importa si Dios dice “no”? Vivimos en una era de la iglesia que enfatiza la gracia y el perdón de Dios. Debido a esto, algunos cristianos que reconocen que el sexo fuera del matrimonio está mal lo toman a la ligera con la seguridad de que Dios los perdonará. Pablo le hizo una advertencia a la Iglesia de Roma contra este tipo de racionalización. “¿Qué concluiremos? ¿Vamos a persistir en el pecado para que la gracia abunde? ¡De ninguna manera! Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo podemos seguir viviendo en él? ¿Acaso no saben ustedes que todos los que fuimos bautizados para unirnos con Cristo Jesús en realidad fuimos bautizados para participar en su muerte?” (Romanos 6:1-3 NVI).
Si bien Dios nos ha dado deseos sexuales como parte de la experiencia humana, nuestros deseos sexuales se vuelven pecaminosos cuando toman la forma de lujuria o alimentan pensamientos sexuales aparte del pacto matrimonial. Ser cristiano significa que hemos crucificado nuestros deseos pecaminosos y ahora vivimos con el único propósito de glorificar a Dios. Eso no significa que no sigamos experimentando tentaciones y deseos equivocados, pero luchamos contra esos deseos en lugar de ceder ante ellos.
Jesús dijo: “Si me aman, obedecerán mis mandamientos”. Cuando nos involucramos en pecado de cualquier tipo, nos alejamos de la comunión íntima con Dios y esencialmente decimos con nuestras acciones: “Amo lo que quiero más que a ti, Dios”.
Decimos “no” al sexo fuera del matrimonio no porque queramos “seguir las reglas”, sino porque nuestro amor por Dios es mayor que nuestros deseos inmediatos de placer o aprobación humana.
El sexo fuera del matrimonio carece de integridad.
Mi cumpleaños es en septiembre. ¿Qué pasaría si en la melancolía del invierno decidiera que quiero animar las cosas un poco celebrando mi cumpleaños? Les podría decir a mis amigos y compañeros de trabajo que mi cumpleaños es en febrero. Me llevarían a almorzar, me comprarían regalos, me cantarían y me darían un pastel especial de cumpleaños.
Aunque no hay nada de malo en celebrar tu cumpleaños, una celebración como esta carecería de integridad. Celebraríamos algo que no es cierto.
Aquí está la conexión con este ejemplo… Tener relaciones sexuales es la celebración corporal de dos personas que han comprometido sus vidas el uno al otro con los votos del matrimonio. Cuando tienes relaciones sexuales con alguien con quien no estás casado, estás teniendo la celebración sin la realidad del pacto. Están haciendo con su cuerpo lo que no han hecho con sus vidas.
Tener relaciones sexuales fuera del matrimonio no solo es un error social (como celebrar falsamente mi cumpleaños). Dios ha dotado a la sexualidad y al matrimonio de un peso espiritual y relacional intrínseco, lo que hace que la falta de integridad sexual sea un gran problema.
La intimidad sexual es un símbolo sagrado.
Puede que te preguntes: “¿Por qué le importa tanto a Dios mi vida sexual? Tener relaciones sexuales con alguien a quien quiero no lastima a nadie”.
Creo que tener relaciones sexuales con alguien fuera del matrimonio es perjudicial (como veremos en un minuto), pero por el bien del argumento, asumamos que no lo es. Aunque muchas de las reglas de vida que Dios nos da son para el bienestar de los demás, este no siempre es el caso. El mandamiento más importante es que amemos a Dios con todo nuestro corazón, toda nuestra mente y todas nuestras fuerzas.
Hay otros ejemplos de vivir de forma santa los cuales no tienen necesariamente un impacto directo en los demás. Dios nos dice que no codiciemos, que no usemos su nombre en vano, que no adoremos a otros dioses y que no acumulemos riqueza excesiva, todo lo cual tiene más que ver con nuestros corazones que con nuestro cuidado hacia otras personas.
Dios creó el sexo para ser un acto especialmente sagrado. Vemos esto en 1 Corintios 6 donde Pablo dice que lo que comemos realmente no importa, pero lo que hacemos sexualmente con nuestros cuerpos tiene una implicación eterna y espiritual. También dice que cuando pecamos sexualmente, pecamos contra nuestros propios cuerpos. Me resulta interesante que Pablo diga algo muy similar más adelante en 1 Corintios sobre el mal uso del símbolo sagrado de la comunión en la Santa Cena. “Después de la cena, (Jesús) tomó la copa y dijo: ‘Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; hagan esto cada vez que beban de ella en memoria de mí’… Por lo tanto, cualquiera que coma el pan o beba de la copa del Señor de manera indigna será culpable de pecar contra el cuerpo y la sangre del Señor.” (1 Corintios 11:25, 27).
Tanto la Santa Cena como la intimidad sexual son símbolos externos de un pacto sagrado. La intimidad sexual es un símbolo corporal sagrado del pacto matrimonial; la Santa Cena es un símbolo corporal sagrado de nuestro pacto con Dios a través de Jesucristo. Participar en cualquiera de estos símbolos sin vincularlos al peso de los pactos que representan deshonra a Dios.
El sexo fuera del matrimonio tiene consecuencias.
¡Alabado sea Dios quien, a través del sacrificio de Jesús, pagó las consecuencias eternas de nuestro pecado (sexual u otro)! Si tienes un historial de pecado sexual, no importa qué tan “horrible” sea, Dios promete perdonarte y limpiarte completamente de ese pecado cuando lo confiesas ante Él (Ver 1 Juan 1:9-10). Sin embargo, el perdón de Dios no borra las consecuencias terrenales que tú y otros puedan experimentar debido al pecado sexual.
En Gálatas, Pablo cita este proverbio del Antiguo Testamento específicamente relacionado con el pecado sexual: “No se engañen; de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra”.
El pecado sexual tiene consecuencias personales y culturales. Considera estos datos:
- La mitad de los adultos estadounidenses tendrá una enfermedad de transmisión sexual en su vida.
- El 40% de todos los bebés que nacen vivos en Estados Unidos son de madres solteras.
- El 86% de los abortos son de embarazos fuera del matromonio. Eso es aproximadamente 750,000 bebés estadounidenses abortados que fueron concebidos fuera del matrimonio.
- Aquellas personas que tienen parejas sexuales antes del matrimonio tienen más del doble de probabilidades de divorciarse que aquellas que esperan para tener sexo hasta el matrimonio.
- Tener múltiples parejas sexuales está vinculado con desafíos de salud mental y abuso de sustancias.
¿Puede que haya personas que tienen relaciones sexuales mientras están saliendo con alguien y no experimenten ninguna de estas consecuencias? Sí, especialmente a corto plazo. Sin embargo, la forma en que Dios creó el sexo impacta nuestros cuerpos, nuestras emociones y nuestras relaciones. Él podría haber creado el sexo para que fuera “sin compromiso” y sin los riesgos mencionados anteriormente, pero no lo hizo. La verdad es que cada vez que entras en una relación sexual, estás en riesgo de contraer una enfermedad de transmisión sexual, de quedar embarazada, de enfrentarte a patrones destructivos en tu relación que contribuyen a una mala salud mental tanto para ti como para tu pareja.
El diseño de Dios para el sexo puede sonar muy anticuado e incluso injusto para la sensibilidad que caracteriza a nuestra cultura moderna. Sin embargo, cuando Dios creó el sexo, lo hizo intencionalmente para mostrar el poder del amor en el contexto de un pacto. Si bien las tecnologías e innovaciones pueden mitigar las consecuencias del sexo, nada puede borrar el significado espiritual que está escrito dentro del acto de la intimidad sexual.
Qué cosa tan maravillosa que Dios nos ha apartado como su pueblo para no vivir como vive el mundo. Quizás no haya un testimonio mayor para el mundo de nuestro amor por Dios y su amor por nosotros, que vivir nuestra sexualidad de una manera que lo honre a Él. ¡Así que sigue adelante y desafía las estadísticas!